En enero de 1610 Galileo apuntó hacia el planeta Júpiter aquel primitivo telescopio y encontró cuatro estrellitas orbitando en torno a él. Era la primera vez que se observaba el movimiento orbital en torno a otro cuerpo que no fuese la Tierra o el Sol en pleno cambio de mentalidad hacia el heliocentrismo. Y seguramente, a menos resolución, observaría en alguna ocasión algún tránsito de Io.
Io es el satélite más interno, tiene un tamaño muy similar a nuestra Luna, pero un aspecto totalmente diferente. Aún recuerdo aquel episodio de la serie Cosmos en la que Carl Sagan nos llevaba a este pequeño mundo anaranjado que tenía volcanes activos que expulsaban nubes de azufre.
Fijaros en la rapidez del movimiento de traslación de Io y su sombra en solo 14 minutos. Muchas veces, cuando salgo en observación visual, vamos rotando rápidamente todos para no perdernos el momento de contacto del satélite con el limbo del planeta. Es algo mágico.