Desdoblar al sistema orbital de la estrella más brillante del cielo detectando a la esquiva Sirio B es uno de los retos más bonitos que tiene el aficionado a las estrellas dobles. Este mes de enero se encuentra en una posición inmejorable para poder conseguirlo.
En 1860 la Universidad de Mississipi le encargó un objetivo de 18 pulgadas de diámetro a Alvan Clark para tener el mayor telescopio refractor de los Estados Unidos. Un encargo de esta envergadura no era tarea fácil para el pequeño taller que poseían y no fue hasta 1862 cuando estuvo terminado. El 31 de enero de 1862 Alvan y su hijo estaban haciendo pruebas con la lente para detectar posibles imperfecciones y apuntaron a Sirio. En un principio vieron una pequeñísima estrella junto al brillo de la componente principal y pensaron que era un reflejo debido a alguna imperfección en el pulido de la lente, pero tras varias observaciones y pruebas, determinaron que sin duda alguna era una estrella real. Aquella fue la primera observación visual de Sirio B. Esta observación supuso una publicidad sin precedentes para los objetivos construidos por los Clark y los encargos se multiplicaron a partir de esa fecha consiguiendo algunos de los mejores de aquella época. La firma de los Clark venía avalada siempre por una calidad fuera de toda duda. Curiosamente, debido a la Guerra de Secesión, aquel objetivo acabó en el observatorio de Dearbon, continuando fundamentalmente con observaciones planetarias y de estrellas dobles.
La existencia de Sirio B se conocía desde 1844 cuando Bessel dedujo a partir de las oscilaciones en el movimiento propio de Sirio que debía tener una compañera invisible. Poco tiempo después (1851) Christian Peters se atrevió a establecer un modelo orbital para aquella estrella invisible con un periodo orbital de 50 años, sorprende hoy día comprobar la precisión de aquellos cálculos.
¿Y cómo se descubrió la verdadera naturaleza de Sirio B? No fue hasta 1915 cuando se obtuvo el primer espectro de la estrella utilizando el telescopio reflector de 1,5 metros del Observatorio de Monte Wilson confirmando que era una débil estrella blanquecina. Debido a la distancia a la que se encuentra el sistema (solo 8,6 años-luz) no podía ser otra cosa que una enana blanca, una de las primeras descubiertas.
La primera medición del diámetro de Sirio B fue realizada en 1959 desde el interferómetro de intensidad estelar de Jodrell Bank, pero no fue hasta la llegada del telescopio espacial Hubble cuando en 2005 determinó que eran aproximadamente 12.000 km, muy parecido al diámetro de nuestro propio planeta pero con una masa muy parecida a la solar, por lo que su densidad es altísima.
Actualmente y durante los próximos años tenemos un periodo inmejorable para intentar su observación directa a través de nuestros telescopios. Acaba de pasar el apoastro (el punto más alejado en la órbita del sistema) y por lo tanto su separación es máxima, alejándola dentro de lo posible del intenso resplandor de Sirio A y facilitando de este modo su observación. La gran dificultad radica en la diferencia de magnitudes de ambas estrellas. Como bien sabemos, Sirio A es la estrella más brillante del cielo con una magnitud de -1,46 y Sirio B es de la 8,3. Esto significa que hay una diferencia de casi 10 magnitudes entre las dos y el deslumbramiento de la más débil es máximo.
Año |
Separación angular |
A.P. |
2025 |
11,26 |
59 |
2026 |
11,16 |
67,1 |
2027 |
11,03 |
55,2 |
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